Durante el pasado verano os hablamos de varios experimentos con el sol, descubriendo el peligro de su radiación, pero también sus beneficios fabricando un horno solar. Al final del verano realizamos una última experiencia para descubrir más efectos positivos del sol utilizando la radiación solar para secar tomates de una forma totalmente natural. Esta es una de esas experiencias en las que convertimos nuestras tareas habituales (conservar tomates para utilizarlos en invierno) en una oportunidad para realizar también descubrimientos científicos.
Necesitamos partir los tomates por la mitad, echarles un poco de sal por encima, y colocarlos encima de una rejilla para que puedan estar bien aireados. Nosotros para nuestras primeras pruebas quisimos simplificar al máximo los materiales así que utilizamos una raqueta de tenis, y cubrimos los tomates con un trozo de tela mosquitera para proteger la superficie.
Después sólo necesitamos dejar los tomates en una zona donde reciban el máximo posible de radiación solar, y tener cuidado de guardarlos en el interior en caso de lluvia. Después de varios días, veremos que se han secado completamente y podremos guardarlos en un frasco de vidrio bien tapado para consumirlos durante todo el año.
Para convertir este sencillo proceso en un proyecto científico podemos colocar también un tomate fresco en el interior de casa durante los días que tengamos los otros al sol para ir comparando lo que sucede con unos y otros. Plantearemos hipótesis sobre lo que sucederá con ellos después de unos días, observaremos y comentaremos el aspecto de los tomates, y plantearemos qué es lo que va sucediendo: los tomates se secan…¿qué significa eso? ¿dónde va el agua? ¿cuánto ocupaban los tomates frescos y los secos? ¿por qué se encogen? ¿cuánto pesaban antes y cuánto pesan ahora? ¿por qué disminuye el peso y el volumen? ¿por qué los tenemos que meter dentro de casa cuando llueve? ¿qué ocurre con los tomates que no tenemos al sol?
Y ahora algunas respuestas: al colocar la fruta al sol, el agua que contiene la fruta se va evaporando rápidamente. La ausencia de humedad impide que se desarrollen microorganismos que puedan estropear la fruta, pues estos necesitan la presencia de agua para desarrollarse. Además al ir secándose, se endurece la capa exterior lo que impide también la penetración de los mismos microorganismos. La sal también ayuda al secado de los alimentos porque también absorbe la humedad.
Por último, al reducirse significativamente la cantidad de agua, tanto el peso como el volumen disminuyen facilitando su almacenamiento y transporte.
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